Compartimos a continuación la introducción de Graciela García al libro “ART BRUT. La pulsión creativa al desnudo, en el que se anotan las bases y premisas de este estudio, y el tipo de materiales que componen cada uno de los capítulos.

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“No vemos jamás las cosas tal cual son, las vemos tal cual somos”. Abrir el libro con esta cita de Anaïs Nin supone una forma de conciliación con la som­bra que ha planeado sobre este proyecto durante su desarrollo. Esa sombra me advertía que una iniciativa así no puede ser sino subjetiva y aventurada en lo que en ella hay de interpretación de los procesos creativos de otras personas a las que, además, se tiende a ubicar al otro lado de una línea imaginaria.

El segundo problema, derivado de éste, plantea cómo hablar de algo que no existe por sí mismo, sino a través de la mirada de quien se sitúa al otro lado. ¿Qué es un artista brut? ¿Tiene sentido hablar de sus procesos creativos? Así que uno de los objetivos sería averiguar si tiene sentido hablar de art brut empleando este término o cualquiera similar (arte outsider, arte marginal, etc).

Tras estas reflexiones decidí seguir adelante partiendo de las siguientes premisas:

  • El art brut existe porque es un término útil que sirve para referirnos a las creaciones surgidas al margen de las academias y el mercado del Arte, fre­cuentemente en contextos de marginalidad. Sus protagonistas son adultos sin formación artística en quienes se manifiesta de manera imperiosa, y a menudo repentina, la necesidad irrefrenable de crear o “dar forma”; ne­cesidad que el crítico de arte Ángel González (2008, p. 21) denomina Gestaltung y que toma de uno de los primeros estudiosos del tema, el psiquiatra e historiador Hans Prinzhorn. La historia del art brut comen­zó cuando los psiquiatras primero, y los artistas después, se fijaron en el arte realizado por enfermos mentales. Por esta razón, buena parte de los creadores que citaré están vinculados a la locura.
  • Tiene sentido estudiar los procesos creativos de artistas brut. No se trata de derivar unas características exclusivas que lo desmarquen de otros pro­cesos creativos; se trata de encontrar las dinámicas que se repiten o que se revelan con más fuerza en el conjunto de los procesos observados. Aunque los individuos tengan psicologías y circunstancias de vida muy diferentes, sienten el arte como una necesidad vital. Esto, sumado a un encuentro con la creatividad sin formación previa, les lleva a desarrollar caminos que coinciden en algunos puntos. No significa que sean caminos diferentes a los de otros artistas, sino que se nos presentan desnudos, con una insisten­cia que nos captura y nos hace sospechar que estamos en un campo fértil para comprender los procesos creativos en general.

Esto último conecta con el más pretencioso de los móviles de esta aventura: comprender qué se encuentra en la relación esencial del ser humano con el arte y, para ello, nada mejor que observarlo en su reducto idealmente más puro de intenciones, en el arte que no conoce su nombre, el art brut.

La mayoría de las fuentes con que contamos provienen de EEUU, Francia, Italia e Inglaterra. También existen iniciativas pujantes en América Latina donde se cuenta con varios museos y fundaciones. La historia del art brut se está escri­biendo en estos momentos y adolece de los mismos problemas que cualquier enfoque historicista: En España, sin ir más lejos, sólo ahora se está empezando a reunir y dar contexto a ejemplos de nuestro país, siendo casi todos los que cono­cemos de otros lugares de Europa y de Estados Unidos. Se está confeccionando un mapa y España comienza a mostrar interés en participar. El Círculo de Bellas Artes, la Fundación La Caixa, el Reina Sofía, el MACBA, la Universidad de Valencia, La Casa Encendida, el Ca’n Palauet… están acogiendo exposiciones y organizando debates sobre estos temas. Es necesario destacar también la im­portante labor de iniciativas como la del colectivo “Debajo del sombrero” que aportan el espacio, las herramientas y el apoyo necesario para que personas que de otra manera no explorarían su potencial creativo puedan desarrollar una tra­yectoria como artistas. Otros espacios en los que se incentiva la creación artística son: la Casa de Arte Bruto Creaturas, el Taller de arte de Zubietxe, el Susoespai o el Museu de Sant Boi de Llobregat. En nuestro país se han realizado trabajos de investigación exhaustivos y completos1 que tratan, principalmente, el arte creado por enfermos mentales, a menudo vinculados al desarrollo de la arteterapia o a la educación. Resulta imprescindible la tesis de Ana Hernández Merino sobre “pintura psicopatológica” así como la exposición comisariada por ella: Pinacoteca Psiquiátrica en España, 1917-1990, que nos permitió acceder a las colecciones de arte de psiquiatras españoles que salvaron del olvido algunas de las creaciones que se desarrollaron en algunos psiquiátricos de nuestro país.

Algunos artistas contemporáneos encuentran un punto de luz en estas ma­nifestaciones. Buscan algo así como la esencia del arte en la pureza de inten­ciones de las creaciones “inevitables”. El aumento del interés por el art brut, la propia creación del término y, en ocasiones, su exasperación son un síntoma del estado del Arte2. Félix de Azúa (2009) dató el fin del Arte en 1972, con motivo de la 5ª Bienal de Kassel, diciendo que “el Arte ha durado 30000 años. No está mal”. En este contexto volvemos la cara hacia otras creatividades (con minúscula) para recordarnos lo que somos, homos aestheticus, y que poseemos una maravillosa capacidad de reinvención.

Decir que el arte ha muerto es dar demasiada importancia a la novedad, pero la búsqueda de lo nuevo como requisito principal del arte es una tendencia que viene siendo demasiado larga. “Toda innovación es un arcaísmo”, decía Xul Solar. La actual inclinación neorromántica y posmoderna que nos conduce a mirar otro arte puede hacernos sucumbir en nuestra propia ansiedad. Así lo ad­vierte Lyle Rexer (2005, p. 149), uno de los más interesantes estudiosos del art brut, al tiempo acólito y escéptico: “El descrédito de nuestro sistema científico nos ha hecho crédulos”. Hablar de estas creaciones en los términos de Dubuffet resulta efectivamente ingenuo: sabemos que casi ninguna de estas personas se encuentra en una burbuja al margen de toda influencia cultural y artística, como sostenía este autor:

Por este término [art brut] entendemos las obras producidas por personas que no han sido dañadas por la cultura artística, en las cuales el mimetismo desempeña un papel escaso o nulo… Estos artistas derivan todo: temas, elección de los materiales, medios de transposición, ritmos, estilos de escritura, etc., de sus propias profundidades y no de las convenciones propias del arte clásico o de la moda. En estos artistas asistimos a una ope­ración artística por completo pura, sin refinar, en bruto y totalmente reinventada en cada una de sus fases a través de los únicos medios que son los impulsos propios de los artistas. Es, por tanto, un arte que manifiesta una inventiva sin parangón. (Dubuffet, Jean, 1949, L’Art Brut préféré aux arts culturels apud Rhodes, tomado de: Dubuffet, 2002, p. 24)

“No vemos jamás las cosas tal cual son, las vemos tal cual somos”. La frase de Anaïs Nin también me da pie a incidir en una de las características de estas manifestaciones artísticas: están realizadas por personas que cuestionan las cosas tal cual son. Rechazan consciente o inconscientemente los estándares culturales a favor de un criterio propio. Sus obras transmiten una forma particular de ver el mundo y de relacionarse con él. Son procesos holísticos, expansivos, que suelen imponerse en la vida del autor hasta confundirse con ella, invadir su hogar o hacerle cambiar su rol social. Nos encontramos por tanto ante un conjunto de creaciones que, a menudo, trascienden los límites de las obras plásticas.

Averiguar cómo son estos procesos creativos supone adentrarnos en la mo­tivación de los creadores, en sus rituales, en su relación con el material y con el resultado de su trabajo. Los procesos son entendidos como un desarrollo en el tiempo: el antes, el durante y el después; pero también pueden entenderse como estados deseables y facilitadores donde la noción temporal se desdibuja (estado de trance, estado de flujo…). Al igual que los coleccionistas del siglo XVI estaban fascinados con el tipo de convergencias y correspondencias entre los objetos de sus gabinetes de curiosidades, se pretende introducir al lector en un proceso asociativo similar al que articulaba aquella manera de conocer. También veremos que los mismos autores tienen mucho de coleccionistas, de enciclopedistas y de constructores de su propio conocimiento.

La manera en que me acercaré a estas formas de hacer podría ser paralela a un prototípico proceso creativo brut. Si este libro fuera una creación brut… la intuición jugaría un papel importante, crecería en espiral, de forma orgánica, como un vegetal, tendería a ritualizarse y a buscar un sistema de orden. El re­sultado es un inventario del art brut, azaroso como todo inventario, en el que se catalogan y ordenan las obras en base a una intuición y una inclinación per­sonal. Otro observador habría encontrado más relevantes otras categorías; más apropiado otro criterio. He procedido como Bispo do Rosário, que preparaba la salvación de todo aquello que le gustaba antes de la llegada del Juicio Final.

El recorrido abarca las grandes figuras del art brut recogidas por Prinzhorn y más tarde por Dubuffet, así como a artistas más recientes o incluso prácti­camente desconocidos.

 

 

En el primer capítulo he prestado atención al fenómeno de la repetición. En este marco, se estudia la pulsión de repetir un gesto que genera una huella o patrón y la tendencia a reincidir en un símbolo. Resultará interesante observar la relación de lo reiterativo en la obra de estos autores con los conceptos estereoti­pia y estilo. Se dedicará una sección a la “expresión autorreferencial” o incursión de autorretratos en la obra de manera obsesiva.

A continuación, analizaré la creación producida bajo estados alterados de conciencia en el arte mediúmnico, con las características que suele llevar asocia­das: automatismo, ambivalencia gráfica, horror vacui y procesos anticonceptua­les (de las partes hacia el todo). En este capítulo consideraré también un tipo de manifestaciones híbridas que, sin llegar a ser mediúmnicas, emanan un halo visionario o chamánico.

Otro fenómeno interesante e insistente es lo que he llamado “escritura plásti­ca”, dentro del cual se inscriben todas las pulsiones de escritura que trascienden la función narrativa. En él veremos devotos calígrafos, originales tipógrafos, inven­tores de alfabetos, músicas y fórmulas matemáticas sin solución posible.

En el capítulo Bordados, textiles y muñecos se tratarán los procesos asociados a la dinámica coser-descoser, viendo redefinidas las reglas del bordado y obser­vando la extraña tendencia que lleva a crear muñecos.

El amplio terreno de los “entornos intervenidos” será abordado sucinta­mente en todos los capítulos del libro y con mayor detenimiento en el capítulo titulado Reciclaje y acumulación. En él, se observará el papel fundamental que desempeña la reutilización de materiales en las construcciones, así como en el dibujo, la pintura y la escultura.

Y por último, el capítulo que lleva por nombre Microuniversos, máquinas maravillosas y mapas. En él veremos las creaciones relacionadas con la gene­ración de un mundo a medida. Un conjunto de historias que comprenden estados inventados, cartografías y cosmogonías, así como aquellos entornos, esculturas –o, como dice Juan Antonio Ramírez, “escultecturas”– basados en mecanismos que dan lugar a “máquinas maravillosas”.

La intención de este libro es aportar una visión general sobre el art brut desde el punto de vista de alguien familiarizado con los procesos creativos, así como plantear un entramado sobre el que se asentarán las bases para com­prender cómo sucede este habérselas con la creación en personas que se han mantenido al margen del mundo del arte hasta un extraño momento en que se encuentran con una necesidad imperiosa, inevitable, de dar forma.

Graciela García

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