En Japón todavía hoy se celebra como una de las festividades más im­portantes el festival de Tanabata. El séptimo día del séptimo mes, el siete de julio del actual calendario, se conmemora el triunfo del amor y se piden deseos que se escriben en una tira de papel, tanzaku, que se cuelga al viento atada en ramas de bambú junto con otros coloristas adornos de papel. El origen de la fiesta es una leyenda china sobre la triste historia de amor entre Zhi Un (Shokujo en japonés, representada en el cielo por la estrella Vega u Orihime) y Niu Lang (Kengyū en japonés, que en el firmamento es la estrella Altair o Hikoboshi).

Zhi Un era de alta alcurnia, pues era hija del rey celestial, y él un simple pastor. Ambos eran ejemplares trabajadores hasta que se enamoraron. Con el amor, las labores quedaron en un segundo plano, dando lugar a negligen­cias que hasta entonces nunca se habían producido. Por eso, el autoritario padre de la muchacha separó a los amantes prohibiéndoles volver a verse. Cada enamo­rado quedó confinado en una orilla diferente del Río de Plata. No obstante, por la intensidad de su amor, les fue permitido un encuentro anual, exactamente el séptimo día del séptimo mes, fecha que todavía hoy sirve de celebración del Ta­nabata.

Esta historia fue seleccionada por el artista japonés Tsukioka Yoshitoshi para una de sus estampas de la serie Cien aspectos de la luna en 1886. Generalmente, los artistas del ukiyo-e mostraban el aspecto de las ciudades japonesas durante este festival, engalanadas con banderolas y poemas amorosos; sin embargo, en Cien aspectos de la luna, Yoshitoshi quiso recuperar el antiguo origen chino de la leyenda y diseñó una escena en la que ambos personajes, vesti­dos con indumentaria china, cruzan la Vía Láctea sobre nubes y se reencuentran con la luna como testigo.

En el caso de Hokusai, aunque no se especifica la localidad desde la cual dibujó esta composición, muy posiblemente se trate de una vista desde Edo, la capital. Esta ima­gen desde los tejados de la ciudad influyó en la obra del otro gran paisajista del grabado japonés, Hiroshige, quien hizo una adaptación para su serie Cien famosas vistas de Edo (1857).

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