Recogiendo el grafito de cada cosa: Ramón Gómez de la Serna y el dibujo

por | Ene 11, 2021 | Arte, Ilustración, Ramón Gómez de la Serna

Con Buen Humor decidimos reivindicar una faceta no demasiado conocida del excepcional legado de Ramón Gómez de la Serna: sus relatos ilustrados con dibujos, una preciada rareza dentro del corpus de su obra.

Desde luego, la enorme producción escrita del autor hace que su condición de dibujante no haya sido tenida muy en cuenta hasta el momento, aunque recientemente se han exhibido y editado cientos de los dibujos que Gómez de la Serna realizó para acompañar algunas de sus famosísimas greguerías en las páginas de la revista Blanco y Negro [1]. De todos modos, es innegable que en los relatos contenidos en Buen Humor el apartado gráfico realza aún más si cabe los elementos principales de su estilo: la imaginación, lo grotesco, lo cotidiano o lo paradójico. Daremos a continuación unas breves pinceladas sobre la singular relación de Ramón con el dibujo.

Durante la década de los años veinte y treinta del siglo XX, De la Serna mantuvo estrecha amistad con algunos de los más notables dibujantes del momento -muchos de los cuales se encargaron de diseñar las portadas de sus primeros libros-, pero, al parecer, ninguno de ellos terminaba de encajar con la posibilidad de ilustrar sus escritos:

Yo he paseado mucho con los dibujantes más listos. Me hacían el efecto de escritores, que no querían escribir, pero como sabía que eran dibujantes les decía mis proyectos y les indicaba tal cosa y tal otra, y ellos prometían dibujarla porque era ‘muy interesante’, pero nunca lo dibujaban. Un día que tuve influjo sobre los fotógrafos tampoco conseguí que fotografiasen ciertas cosas.

Entonces requerí la pluma de dibujo y me puse a salvar en mi Arca de Noé algunas de las especies que me interesaban. Mis dibujos nunca estarán bien porque busco la manera de que siempre estén peor, pero señalarán las cosas a los que sean bastante inteligentes.

Nadie conseguía dibujar las cosas que se le ocurrían, por lo que, llegado el momento, se puso manos a la obra:

Dibujo a veces las ilustraciones de mis trabajos por ser tan difícil dar explicaciones a los dibujantes para que al fin accedan a representar lo que queríamos que representáramos.

A partir de entonces, De la Serna acompañará habitualmente sus textos en diversas revistas -como Buen Humor, Blanco y Negro u Ondas– con sus particulares monigotes y dibujos, haciendo gala de un intencionado feísmo alejado de todo virtuosismo técnico. De hecho, los describía como “dibujo de escritor muy distinto del dibujo de dibujante”, y en los prólogos a los volúmenes en los que aparecieron publicados –Variaciones (1922), Ramonismo (1923) o Gollerías (1926)- siempre se esforzó en reivindicar esa estética descuidada, ese dibujar mal que, como menciona David Vela:

[…] los vincula tal vez a un gusto por los géneros más populares o ínfimos de la ilustración, que como los objetos del rastro pudieron atraer su atención.  Por ejemplo, el dibujo publicitario más humilde, el de los anuncios que ocupaban las últimas páginas de las revistas; monos a menudo grotescos, pero que poseían sin embargo una rara eficacia a la hora de llamar la atención desde un mínimo espacio del papel impreso. [2]

También en su faceta como dibujante lo más conocido y difundido son las greguerías que él mismo ilustró. Estos singularísimos escritos aforísticos son en realidad una suerte de dibujos verbales que se prestan particularmente bien al acompañamiento gráfico. Así, en el prólogo de 1923 a Ramonismo, escribió:

Con la pluma del escritor están hechos esos dibujos, de los que me siento orgulloso por lo malos que son, pues sólo así no repugna a mi temperamento el amaneramiento del dibujo. Intentan hacer más expresivo y alegre lo que va escrito, y en ninguno está afondada la monotonía abrumadora de la insistencia. Todos salieron de una vez, recogiendo el grafito de cada cosa. [3]

Esa última expresión resulta particularmente ajustada a los dibujos contenidos en Buen Humor. Ramón, quien dice querer ser, por tener una caridad original, “el protector de las cosas”, es capaz de exprimirlas visualmente, de licuar el grafito de cada cosa. Aunque él subrayara lo grotesco de sus dibujos, también recibió merecidas alabanzas en este sentido, de parte de quienes supieron ver su talento como cazador de imágenes. En 1924, Benjamín Jarnés remataba así un hermoso texto dedicado a la obra de De la Serna:

Una última nota para la greguería gráfica de Ramón. Nadie mejor que un profano de los problemas pictóricos debe glosar estos dibujos entre ingeniosos e ingenuos, donde el espíritu lo es todo y la técnica –¡la terrible técnica! – es casi nada.

Ahora es preciso más talento para ver un cuadro que para pintarlo. Era preciso que también la pintura tuviese sus vocaciones infantiles, que arrojase el fardo de sus cuadernos y problemas. Era preciso que la pintura volviese un poco al estado de inocencia, que tuviere su cubismo al revés… Ramón lo ha conseguido. [4]

Por último, ya en 1928, un artículo firmado por un tal A.F.B. en la revista sevillana Mediodia apuntaba algunos de los aciertos de Ramón en el terreno del dibujo:

Las ilustraciones del autor no sirven para completar una expresión que no encuentra su término sosegado. No creo que sirvan para decir lo que las palabras no han dicho. Ramón es el escritor que dice lo que parecía indecible, el que lo sujeta todo y llega a veces tan lejos que nos deja perdidos. Sus obras mejores son las que tienen descansos y, de sabor inolvidable, las que encierran el doble reposo del dibujo y del blanco que dejan las líneas distanciadas. En ellas va arrancando a sus lectores sonrisas y miradas comparativas y cuando aborda lo que parecía inabordable y que aun siendo parece imposible que sea, se vale del dibujo para decir lo mismo por caminos más anchos y hace sonreír una vez más dudando se haya podido ser tan torpe para no ver aquello que todos los días baila ante nuestros ojos.

[…]

Yo llamo a las ilustraciones del autor verdaderas ilustraciones, imprescindibles e insustituibles, como he pensado más de una vez que ningún dibujante puede ilustrar las obras de Pío Baroja como su hermano Ricardo, pues la ilustración debe ser una creación idéntica a la obra que ilustra, que si pone algo nuevo sea completamente accesorio, preocupándose, tanto como de grabar lo dicho, de dejar indeterminado lo que la palabra no determina.

[…]

Que al resolver una ecuación difícil se valga de la gráfica buscando un anticipo de la solución, no quiere decir que sus dibujos estén unidos a su prosa como la cola de trapo a la cometa de papel; el proceso de creación es sin duda paralelo y si a veces la intuición y la práctica hacen innecesaria la gráfica, otras es esta imprescindible, aunque solo sea como ayuda explicativa. Una y otra se dan facilidad. [5]

 

Notas

[1] Gómez de la Serna, Ramón. Greguerías ilustradas (Madrid: Museo ABC, 2018).

[2] Vela, David. “Ramón Gómez de la Serna. Greguerías ilustradas” (2015), consultado en el siguiente enlace: https://davidblogcartoon.blogspot.com/2015/12/greguerias-ilustradas.html

[3] Gómez de la Serna, Ramón. Ramonismo (Madrid: Calpe, 1923), p. 5.

[4] Jarnés, Benjamín. “Pentagrama: Ramón”, en Alfar: revista de Casa América-Galicia, Año IV, Nº 41 (junio 1924).

[5] A.F.B. “Ramón. Dibujos del autor”, en Mediodía, nº12 (junio-julio 1928), pp. 6-8.

 

Si te ha gustado… echa un vistazo al libro

¿Quién fue el inventor del primer bocadillo de jamón?, ¿qué es un zangolotino?, ¿por qué nos tenemos que defender de los percheros? Esta edición recoge los textos más divertidos de Gómez de la Serna acompañados de sus propias ilustraciones.

La mirada poética de Gómez de la Serna convierte lo cotidiano en fantástico, dota de alma a los objetos, transforma lo común en extraordinario. Pero, sobre todo, su mirada está cargada de humor; de un humor vanguardista que hoy suena rabiosamente actual, a pesar de estar escrito hace casi cien años. Para él el humorismo no era un simple género literario, era ante todo “un género de vida o, mejor dicho, una actitud ante la vida”.

En la década de los años veinte la suya fue una de las firmas principales de la revista madrileña ‘Buen Humor’, donde abrió camino a una nueva generación de escritores y humoristas. Entre sus páginas aparecieron publicados originalmente todos los escritos ilustrados contenidos en este volumen, una preciada rareza dentro del amplísimo corpus de su obra.