La muerte del gran dibujante Steinlen

por | Nov 2, 2020 | Arte, Ilustración

Vamos a cerrar el año con dos libros preciosos cuya materia prima está en sendas revistas:

“Los gatos de Steinlen” rescata todos los dibujos de Théophile Alexandre Steinlen protagonizados por gatos y publicados entre 1884 y 1887 en la revista del cabaret parisino Le Chat Noir.

“Buen Humor” compila relatos ilustrados de Ramón Gómez de la Serna publicados originalmente en la revista madrileña Buen Humor durante la década de 1920.

Las posibilidades que nos ofrecen los actuales medios digitales, de bucear en hemerotecas y rescatar auténticas joyas, nos han permitido diseñar estos dos títulos, preciadas rarezas dentro del amplísimo corpus que nos han legado tanto Steinlen como Gómez de la Serna.

En esta ocasión, vamos a compartir a modo de curiosidad la nota necrológica que la revista Buen Humor publicó con motivo del fallecimiento de Théophile Alexandre Steinlen. El mítico pintor suizo murió el 13 de diciembre de 1923, y la revista madrileña recordó su figura en el número del 17 de febrero de 1924. Esta nota nos permite ilustrar el reconocimiento internacional que había alcanzado su arte y la estrecha y fraternal relación que Steinlen mantenía con los gatos, sus más fieles compañeros hasta el último momento. Además, Buen Humor publicó una historieta original e inédita de Steinlen, la cual descubrimos después de finalizar nuestro libro, así que vendría a completar la antología de diseños de “Los gatos de Steinlen”:

Toda la Prensa mundial se ha ocupado estos días pasados de la muerte del gran dibujante Steinlen, acaecida en Montmartre, rodeado de su criada senegalesa y de sus gatos siameses.

Buen Humor, queriendo ofrecer a sus lectores algo original, después del fárrago de biografías, retratos y reproducción de dibujos del ilustre maestro, y queriendo al propio tiempo honrar la memoria del mismo, publica hoy un dibujo suyo, que tiene un doble valor: primero, el de ser absolutamente inédito, y después, el de ser uno de los pocos dibujos francamente festivos del dibujante, para quien el tema predilecto fue siempre la pequeña tragedia vulgar, la vida de la calle, los gestos y el ambiente del humilde.

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Steinlen, que había nacido en Lausanne y se había luego naturalizado francés, llegó a París en plena apoteosis literatesca de Montmartre y Quartier Laiin. Con su amplio traje de pana negra, su chalina, su chambergo, su pipa y su barbita, se presentó un buen día a Rodolfo Salis, aquel extraño conglomerado de cabaretier, gentilhombre y artista.

Salis se paseaba por su restaurante-taberna Le Chat Noir, vestido de gentilhombre de la época de Francisco I. Con su cara de diablo y sus grandes voces, era, al mismo tiempo, el alma directora del Chai Noir, periódico. Steinlen, que era un prodigioso pintor de gatos, había de ser forzosamente para Salis un hallazgo. Y así fue como Salis, que de tan prodigiosa manera atendía al mismo tiempo a la cocina del Chat Noir, restaurante, y a la redacción del Char Noir, periódico, incorporó a la legión de sus colaboradores el nombre, más tarde glorioso, de Steinlen. Y así fue también como, durante bastante tiempo, el trabajo del dibujante no se cotizó en monedas, sino en productos del restaurante. Steinlen, en aquella época, no podía decir: «Mis dibujos valen tantos o cuantos francos», sino: «Mís dibujos valen tantos o cuantos bocks de cerveza y tantas o cuantas chuletas, que me servirá Salis en su bodegón».

Steinlen fue más tarde el verdadero amo del cartel, del affiche, que abandonó para dedicarse de lleno a la tarea de ilustrador. Ilustró obras famosas de Rudyard Kipling, de La Fontaine, de Richepin, de Maupassant. De Anatole France había ilustrado el célebre Crainquebille, y la muerte le ha sorprendido terminando la colección, aun inédita, claro es, titulada Gueux et Vagabonds, que iba a llevar texto y comentarios del mismo Anatole France.

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Entrar en casa del dibujante no era tarea muy cómoda, a causa de su amor por los gatos, de quienes ha sido, con los pinceles, el más genial intérprete. Debajo de las camas, sobre las mesas, paseando por los pasillos, y hasta colgados de la percha, se encontraba uno con verdaderos montones de gatos, no siempre muy amables para el visitante. Los gatos eran los verdaderos amos de la casa, e imponían sus costumbres, y hasta alguna aventura pasional de Steinlen tuvo mal fin por no haber sabido ella congraciarse con los animalitos, que, irritados, clavaron sus uñas en unas torneadas pantorrillas, mientras Steinlen, sin quererlo, se moría de risa.

A pesar de lo que se ha dicho, Steinlen ha muerto con algún dinero. Y con una casa propia que habitaba su hija. Ha sido su última originalidad: morir con dinero. ¿De quién de por estos barrios, dibujante, poeta o autor, se puede decir lo mismo?

Gabriel Greiner

Si te ha gustado… echa un vistazo al libro

Sutiles, silenciosos, atrevidos, elegantes… los gatos esconden secretos que muy pocos artistas han logrado desentrañar con la maestría de Steinlen.

Los gatos han inspirado a pintores, escritores e intelectuales de toda época, género y condición, quienes escogieron además preferencialmente su compañía, dedicándoles obras memorables. De entre todos ellos, Théophile Alexandre Steinlen merece un puesto de honor en ese panteón felino, sabiendo captar por igual su nervio, su proverbial pereza y su carismática libertad. Su amor por los gatos fue tal que sus contemporáneos le apodaron popularmente Le père des chats [El padre de los gatos].

El presente volumen rescata todos sus dibujos protagonizados por gatos y publicados entre 1884 y 1887 en la revista del cabaret parisino Le Chat Noir. En esas historias mínimas, los gatos de Steinlen viven -y mueren- mil y una aventuras, reproduciendo con una precisión excepcional sus coreografías imposibles. A quien haya convivido con gatos, seguro se le escapará una sonrisa o una lágrima, reconociendo su inmenso talento.